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La primera escala de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue Santa Cruz de Tenerife. En Canarias se ensayó el plan de actuación que después se llevaría a cabo en América y Filipinas. Se buscó el apoyo de todas autoridades civiles, militares y religiosas, además de establecer la primera Casa de Vacunación. Para extender el suero salvador por todas las islas se formó una red sanitaria.

El convoy humanitario llegó al continente, tras pasar por Puerto Rico. En América, los virreyes, representantes del monarca, tenían la autoridad necesaria para promover el bien público y universal de los habitantes, como señaló el gobernador del Consejo de Indias. Por ello, fueron los encargados de promover la campaña antivariólica.

La necesidad de llegar con rapidez a todos los lugares alteró el proyecto inicial. Se establecieron dos rutas de vacunación y el grupo se dividió en Caracas el 8 de mayo de 1804.

Francisco Javier Balmis, acompañado del cirujano Antonio Gutiérrez Robredo, de su sobrino, el practicante Francisco Pastor Balmis, y de los enfermeros Antonio Pastor, Pedro Ortega e Isabel Zendal Gómez, con buena parte de los niños, se dirigieron a la América septentrional, tras pasar por La Habana.

José Salvany Lleopart, al frente del segundo grupo, formado por el cirujano Manuel Julián Grajales, el practicante Rafael Lozano Pérez y el enfermero Basilio Bolaños, junto a cuatro niños, se dirigió a la América meridional, llegando hasta Perú.

De estos itinerarios se bifurcaron otros, para abarcar más territorio. Así, el sobrino de Balmis fue comisionado a Guatemala y Grajales con Bolaños alcanzaría Chile.

Balmis también tuvo que reclutar niños en diversos lugares, como las tres esclavas compradas en Cuba. Fueron las únicas niñas de la expedición. Al partir a Filipinas desde Acapulco, con Zendal, su hijo, los ayudantes Gutiérrez Robredo y Ortega, iba acompañado por 26 niños mexicanos.

Si la función de los cirujanos y ayudantes era vacunar, la de los enfermeros no era menos importante: cuidar de los elementos clave de la operación. De hecho Zendal se encargó de los muchachos en los Hospicios de México y de Manila, mientras los facultativos recorrían los caminos.

Hoy día existe consenso entre los investigadores. Se cumplieron buena parte de los objetivos iniciales de esta expedición sanitaria. Gracias a las Juntas de Vacunación se institucionalizó la lucha contra la viruela, difundiéndose la utilidad de esta práctica.

Sin embargo, pese a que se atajó la epidemia en aquellos lugares en los que la población aceptó la vacuna, no se erradicó la enfermedad.

Aún así, se puede considerar la primera campaña internacional de vacunación y en su tiempo recibió el reconocimiento internacional.

Los contemporáneos fueron conscientes de su importancia para la ciencia. La Gaceta de Madrid del 14 de octubre de 1806 se hizo eco de estos logros: La multitud de observaciones que no tardarán en publicarse sobre el desarrollo de la vacuna en diversos climas y sobre su eficacia, no solo para preservar de las viruelas naturales, sino también para curar simultáneamente otras enfermedades, acabará de manifestar cuán importante ha sido para la humanidad una expedición de que no hay ejemplo en la historia.

¿Qué fue de los expedicionarios? ¿Volvieron?

No todos.

Después de la campaña en Filipinas, Balmis zarpó a Macao y Cantón. Llegó a Lisboa el 14 de agosto de 1806, tras recalar en Santa Elena, donde también introdujo la vacuna. El resto del grupo volvió a México. Allí se quedó Gutiérrez Robredo, al igual que Zendal que se instaló en Puebla de los Ángeles con su hijo.

Antonio Pastor, Manuel Julián Grajales y Francisco Pastor Balmis regresaron a España. Sin embargo, los facultativos Salvany y Pedro Ortega no lo consiguieron. El primero murió en Cochabamba; el segundo en Filipinas.

La última noticia que se tiene de Basilio Bolaños es que en 1809 aún se encontraba en Buenos Aires a la espera de un traslado para la península.

No se sabe qué fue de Rafael Lozano Pérez.

Tampoco se conoce bien el destino de muchos de los niños que participaron en la campaña. Si bien Balmis asumió el compromiso de devolver los chicos a sus lugares de origen, no siempre lo cumplió. Algunos murieron. Las esclavas fueron vendidas, tras al realizar su misión.

Tanto en el Archivo General de Indias (Sevilla), como en los archivos latinoamericanos, en concreto en los de Bolivia, Ecuador y Venezuela se custodia documentación sobre esta empresa sanitaria.

Los expedicionarios trajeron a Europa una colección de plantas que propagándose en climas análogos de la península harán tan memorable la expedición en los fastos de la Agricultura, como en los de la Medicina y de la humanidad. En el Archivo Histórico del Jardín Botánico se conservan los dibujos realizados, que fueron donados por el propio Balmis en 1815.

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